lunes, 22 de diciembre de 2008

La realización humana reside en perseguir metas antes que en las metas mismas

Todo aquél que ha decidido el rumbo que va a darle a su vida y que no se cansa de luchar por conseguir sus metas, tiene la mitad de la felicidad asegurada. Pero incluso en el caso de que no logre realizar sus sueños, la aventura de haber invertido su existencia en la persecución de sus ideales ya se considera merecida recompensa a tanto esfuerzo y dedicación.

El hombre encuentra realización en el oficio de enfrentar desafíos. El hombre es un ser nacido para el trabajo y la autosuperación. O sea, aquellos que pierden su vida en lamentaciones o en conformarse están condenados a soportar una triste existencia de anonimato, remordimientos y de potencial propio nunca aprovechado.

Nuestro cuerpo es trasunto vivo de lo que aquí les anuncio: todo lo que no se usa se pierde, el conocimiento no empleado se olvida, así como los músculos que no se ejercitan se atrofian.

Cada uno de nosotros tiene un genio interior, sólo depende de nuestra voluntad y decisión despertarlo. Dicen los sabios que nuestro miedo más grande es saber lo poderosos que podemos ser. Tememos explotar y aprovechar ese potencial infinito que reside en nuestro cuerpo. Se sabe que el hombre promedio sólo emplea el 15% de su capacidad cerebral. Si usáramos el 20% seríamos genios; y con el 25%, héroes. Entonces ¡cuánta capacidad se desperdicia! ¡Cuántos sueños se truncan porque a algunos los domina el miedo y no se lanzan a realizarse en la vida!

Nuestro organismo está construído para ser aprovechado en todas sus formas posibles. Depende sólo de nuestra decisión empezar ahora. No perdamos tiempo mirando al pasado, a lo que pudimos haber hecho, o lo que pudimos no haber dicho. Es inútil: todo ello está perdido, pero nos queda el presente y de cómo vivamos nuestro presente depende cómo vaya a ser nuestro futuro.

El hombre encuentra realización en el arte de soñar y vivir la diaria construcción de esos sueños. No temamos soñar grande. Nuestro cuerpo está preparado para perseguir cualquier meta. No hay nada en el mundo que otros hayan logrado que nosotros no podamos conseguir, si otros han podido nosotros también podremos.

Y una vez que hayamos conseguido nuestro sueño, no perdamos mucho tiempo, tracémonos uno más grande aún. Nuestra vida encuentra sentido desafiando retos. No cometamos, entonces, la necedad de dormirnos en nuestros laureles. No pensemos que hemos llegado al límite de nuestras capacidades. No se nos ocurra que nos puede hacer mal si trabajamos mucho. Nuestro organismo es ilimitado.

Aún si se diera el caso de que no conseguimos nuestros sueños, si dimos todo de nosotros por alcanzarlos, nada tenemos que lamentar, porque no dependió de nosotros, quizá algún imprevisto impidió que coronáramos de realización nuestro esfuerzo. Si eso pasara, situación muy infrecuente en la vida del hombre, nos queda para orgullo nuestro todo lo que hemos vivido. Todo nuestra entrega, toda nuestra devoción. Solo así, de nada podremos pesarnos ante el umbral de la muerte.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿Qué aprendí hoy?

Antes de compartir con ustedes mi artículo de hoy quiero advertirles que como voy a escribir más seguido, acerca de lo que sea, a fin de ejercitar mi pluma, quizá mis escritos no resulten tan elaborados; es más habrán momentos en que escribiré por el mero hecho de escribir, como un simple desahogo contra la inactividad. Bueno ahora sí… acerca de lo aprendí hoy.

Hace semanas que se viene posponiendo mi exposición final de mercadotecnia avanzada, que, sea de paso, tiene la validez de prácticas escritas, examen parcial y examen final... Algo que no es usual en mí, me preocupé por hacer una buena presentación… cómo no, si se trataba de la única nota con que podría salvar el curso.

Sin embargo, al término de tantos aplazamientos, cuando me llegó la hora de hablar, el profesor no prestó atención a quienes estaban en su delante. Mis palabras y sacrificio, asimismo, pasaron inadvertidas por mis compañeros de clase. ¡Tanta dedicación para nada! Casi al término de la ponencia, el profesor atinó a hojear mi trabajo, y con la misma indiferencia de quien está perdiendo el tiempo, cerró el folder y lo entregó a la delegada. Fin.

A media mañana acudí a una entrevista de trabajo. El impase con el malcriado del profesor lo pasé por alto. No iba a amargarme la mañana con una simpleza como aquella, así que rapidito nomás salí para mi cita.

En el anuncio del periódico se ofrecía por aquel trabajo una suma nada despreciable, que en épocas de fiesta cae a uno a pelo… pero los requerimientos de los horarios junto con el recuerdo de que tengo que llevar cursos en verano echaron por tierra mis ilusiones. Los horarios se iban a cruzar. O sea que tenía que escoger entre ganar plata en el verano o adelantarme en mis estudios. Gran disyuntiva ¿no les parece? Particularmente no tendría ningún problema en llevar dedicarme a ganar dinero en verano, pero salta al frente mi desesperación de deshacerme ya de la carrera, pero si no tengo plata voy a quedarme enclaustrado en mi casa y depender de las propinas de mis padres, que con los problemas que atravesamos y a causa de mi edad se han venido reduciendo considerablemente. ¡Gran problema!... ¡Soy un mantenido!... ¡El tiempo pasa y sigo sin ocuparme en alguna chamba!... una opción sería ejercer mi carrera, pero resultó no ser mi vocación… no la veo como una opción para sostenerme...

Ante estas circunstancias lo mejor es no preocuparse… ¡en serio!... ¡no importa cuán grande sea un problema… siempre tiene solución!... y es en momentos críticos cuando las personas sacamos lo mejor de nosotros.

¿Qué aprendí hoy? A guardar la calma ante cualquier resultado que la vida nos presente. No importa cuanto nos sacrifiquemos. Si bien no tenemos asegurado el éxito al primer intento, sí nos quedará la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros, y tendremos la conciencia tranquila, aunque la gente termine no valorando nuestro esfuerzo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

¿Luchar con la vida?

Desde pequeños nos han enseñado que vivir se asemeja al acto de luchar; “la vida es una lucha constante”, nos advierten los mayores. Y aparentemente “luchar” sería la palabra que mejor defina al oficio de vivir, porque en la vida al igual que en la lucha se requiere dedicación, esfuerzo y arrojo.

Sin embargo “luchar” encierra connotaciones negativas. La idea de luchar, por ejemplo, implica competir y eliminar “oponentes” para que nosotros podamos vencer. Si consideramos a la vida como una batalla, el fracaso será para nosotros un trauma, un motivo para decepcionarnos en vez de una experiencia que nos edifique. No consideramos otra posibilidad que no sea la victoria, y la sola idea del error nos frustra, nos tensa.

Personalmente prefiero comparar a la vida con un juego. Esa palabra mágica encierra humor, diversión y optimismo. Jugando con la vida necesitamos estar en convivencia con los demás y el hecho de fallar no nos asusta, ¡porque estamos en un juego! Si perdemos, tenemos la posibilidad de jugarlo de nuevo, cuando queramos.

Por supuesto, habrá quienes argumenten que jugar con la vida conllevaría a tomar las cosas a la ligera. ¡NO! No es así. Porque incluso los juegos tienen reglas y todos los que se involucran están sujetos a ellas. Y nadie puede quebrar las reglas.

Está de más decirlo: al principio será difícil jugar, como en todo juego. Pero aprendiendo de los que tienen más experiencia que nosotros, y divirtiéndonos en el proceso, a pesar a nuestros errores, tanta dedicación será recompensada. Hasta que algún día nos toque a nosotros compartir nuestra experiencia con quienes recién se inicien.

El arte de confiar que nuestros errores o fracasos no son trabas ni agujeros que nos impiden avanzar sino peldaños sobre los que pisamos para alcanzar nuestras metas nos hará fuertes para vencer los obstáculos que siempre se nos pongan enfrente. Depende entonces de la actitud, y las palabras con que enfoquemos la realidad. Después de todo esto ¿sigues pensando que la vida es una lucha?