lunes, 12 de mayo de 2008

LAS MADRES NO SE CANSAN DE ESPERAR

“Las mujeres valientes son incontables, pero tú a todas has superado”
(Proverbios 31, 29)

El segundo domingo de mayo de todos los años, conmemoramos el día de la madre. Un reconocimiento justo, aunque tardío. Irrisorio, por no escribir ridículo. Incluso cómico se diría, si tuviéramos la hombría de aceptar nuestra hipocresía. Da risa, es verdad. Recordemos sino a los solícitos hijos que, sólo por ese día, colman a sus madres de aparatos sofisticados, o las hastían de atenciones desesperadas creyendo, los muy ingenuos, que un detalle inusual puede expiar un año de desatenciones e ingratitudes. ¡Señores, el asesino con arrepentirse no revive a su muerto! Y nos engañamos a nosotros mismos si esperamos que nuestras viejitas olviden nuestras felonías. Sin embargo, y para vergüenza nuestra, aquellas mártires discretas, leales a la humildad a la que se consagraron, no se permiten un desaire, y estarían en su derecho si lo hicieran, contra aquellos que intentan congraciarse. Uno se pone a pensar, y concluye: quizá, la paciencia les viene de la resignación con que reconocen que abusaron de sus madres. Por eso esperan sin cansarse que, también nosotros, recapacitemos de nuestros errores.

Este artículo quiero dedicarlo a exaltar la férrea paciencia de las madres; así como el conmovedor sacrificio que asumen sin pedir más recompensa que la alegría de demostrarles que la inversión de sus mejores años no fue en vano, y que podemos valernos en la vida por cuenta propia. Desde su temprano desempeño como primeras maestras, hasta su rol de devotas y entrañables compañeras, su atención hacia nosotros vela sin descanso, aunque a veces llegue a irritarnos, y reciban severos reproches como pago. Todo esto lo asimilan. Todo lo olvidan.

¡Divinas luminarias de nuestras vidas, perdónennos, porque no sabemos lo que hacemos! Por favor, y no es que nos aprovechemos de su amor infinito, no se alejen de nuestro lado, aunque nuestra ignorancia se manifieste por momentos, porque nuestras existencias colapsarían en los tremedales de la soledad sin ustedes. Madres del mundo, nosotros sus hijos tenemos un compromiso para con ustedes. ¡Perdónennos! ¡Perdónennos otra vez! Somos simplemente humanos, ¡y ustedes lo saben! Por eso no nos guardan rencor. Porque por sus venas corre algo de divinidad.

¡Feliz día a todas las madres del mundo!

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