jueves, 16 de julio de 2009

Tener metas claras y estar dispuesto a pagar el precio por conseguirlas

Una vida sin metas se parece a un barco sin un puerto a donde llegar, y por lo tanto agotará su combustible sin haber llegado a un destino específico; de igual manera sucede con aquellos que no dan un sentido a su existencia, un porqué al cual dedicarse durante el tiempo que permanezcan en este mundo.

Tener metas claras es importante para saber qué hacer con nuestras horas. Sin embargo la voluntad no debe quedar allí, en simples anhelos o sueños. Nuestra vida debe agotarse en el trabajo constante, alentado por la serena convicción de que luego de tantos esfuerzos, indudablemente, disfrutaremos de los frutos de nuestra dedicación: la los triunfos, el orgullo de habernos empujado hasta el límite, a pesar de los problemas que se nos ponían por delante, y quizá la satisfacción de comprobar que nuestra devoción haga arder la voluntad de quienes vengan después de nosotros.

Todo esto suena lindo sin duda; pero hay que tener presente que a cada tentativa de triunfar nos saldrán al encuentro infinitos motivos para desalentarnos de la batalla y declararnos fracasados. La triste realidad es que muchos sucumben ante la impaciencia porque las cosas no avanzan al ritmo que desearían y consideran que son muchos los tropiezos que tienen en su camino, y se rinden ante los problemas, muchas veces, antes de haberlos enfrentado. No actuarían así si entendieran que los problemas lejos de ser adversarios, son nuestros compañeros de aventuras, por que demandan más de nosotros. Son precisamente estas adversidades las que van a explotar lo mejor de nuestro carácter y nos harán más sabios, más sensatos, más fuertes, más maduros.

No sucumbiríamos tampoco al desánimo si entendiéramos que el éxito y la realización personal llegan a su propio tiempo, y no de un día para otro como desearían los cobardes, y que necesitan madurar en el trabajo dedicado, todos los días, sin dudar que tanto empeño no puede traer más resultado que la misma victoria.

Una vez comprendido que sólo enfrentado incontables dudas, resolviendo innumerables problemas y venciendo infinitos obstáculos se puede llegar al éxito, el hecho de esforzarse adquiere otro sentido porque va respaldado por la firme resolución que todo lo que nos sucede nos acerca a nuestros sueños.

Este es el secreto de una actitud optimista ante la vida: que todo lo que nos suceda, sea “bueno” o “malo” nos acerca indefectiblemente a la consecución de nuestras metas. Y será este pensamiento positivo y reparador el que nos dará ánimos para seguir adelante, con buena gana, y pese a los problemas.

De todo esto se concluye que la felicidad no es una meta, es una decisión: uno va a ser feliz cuando se decida a serlo, al margen de lo que le ocurra a su alrededor o de lo que posea en ese momento, porque lo respalda la confianza que aquellas desilusiones por las que está pasando no son más que parte del proceso normal de volver realidad los sueños y que es importante que las disfrute también.

1 comentario:

Mi Alter - Ego Super Espiritual dijo...

la persistencia es umportante para lograr lo que tenemos por Meta y los obstaculos parte del camino al logro de lo que queremos.

Que estes muy bien,

Au revoir